Era tal la obsesión de los
romanos por cobrar impuestos que el emperador Vespasiano (quien gobernó de
69-79 d.C.) ganó buen dinero cobrando impuestos por el comercio de orina
recolectada en las letrinas públicas. Pero incluso algunos romanos pudientes
detestaban el gravamen. Los antiguos romanos valoraban la orina por su
contenido de amoniaco. Consideraban que el enemigo natural de la mugre y la
grasa era muy útil para lavar la ropa y hasta para blanquear los dientes. Y
como todos los productos valiosos, tenían un plan para gravarlo.
Pero volviendo al pasaje de Lucas
20 hay una pregunta que si pasamos por esta porción bíblica y no nos la hacemos
tal vez la comprensión que extraigamos del texto se nos queda corta. Es claro
que Cristo le muestra la moneda con la cara de Cesar para que entiendan que ese
dinero, aunque lo ganaban trabajando debían tributarlo al Cesar. Para Cristo cumplir
con el emperador era correcto al punto que en Romanos 13:1-2 se nos dice
claramente que debemos someternos a las autoridades y el que se opone se revela
realmente contra Dios. Para Dios el cumplimiento con las autoridades no depende
de que sean buenas o malas, sino de que se tiene que cumplir y si son malas confiar
en Dios que él hará algo para salvar a su pueblo.
Por otra parte, esto no quería decir
que la opresión romana sobre el pueblo judío era un hecho que se salía de
control de Dios, era claro que los romanos no estaban avasallando a los hebreos
porque Dios fuera débil o algo parecido, claro que no, estaban en esa acción porque
Dios se los permitía y había un propósito. Recordemos que en los tiempos de
Jesus el pueblo hebreo había perdido toda la teocracia experimentada en el
antiguo testamento con los patriarcas. El pueblo judío en la época de Cristo
era religioso pero su corazón no estaba realmente en el señor, tal fue así que
el Mesías llego y lo desconocieron (Juan 1:11-12).
Pero vuelvo a la pregunta que
debemos hacernos en este texto, y es ¿Qué es entonces lo que debemos dar a Dios?
Al cesar pues el dinero de los impuestos, pero a Dios ¿Qué? Bien partamos del
hecho que en el plano humano a todo gobierno mundano hay que tributarle algo
para que sus gobernantes estén contentos, primero porque en teoría los
impuestos mantienen las obras del gobierno y segundo el desfalco que hacen los
gobernantes corruptos (Que han sido casi todos) lo hacen de la plata de los
impuestos.
De la misma manera Dios como
gobernante eterno e infinito del universo pide a su pueblo el tributo santo y
justo que el desea que todo hijo tribute. Ese impuesto de amor y obediencia
Cristo lo expreso en mateo 22:36-37 cuando le preguntaron: “Maestro, ¿cuál es
el gran mandamiento en la ley? Jesús le
dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con
toda tu mente.” El gran tributo a Dios es amarlo con todo nuestro corazón, con
toda nuestra alma y con toda nuestra mente. Esto deja claro que Dios desea que
todo lo que sintamos y expresemos sea beneficiosos y agradable para Él.
Cuando amamos a nuestras familias,
a nuestros amigos y hasta al que nos hace mal amamos a Dios, cuando pagamos los
impuestos, los compromisos a los bancos, a las corporaciones con las cuales
hemos realizado créditos amamos a Dios. Cuando llevamos el diezmo de nuestro
trabajo al templo donde nos congregamos amamos a Dios. Cuando hacemos las
buenas obras, cuando oramos, cuando nos ejercitamos buscando mejorar nuestra condición
física amamos a Dios. Dios desea que hagas todo lo correcto, Dios desea que
seas un pequeño Cristo por eso es el nombre de “cristianos” todo lo bueno todo.
Por eso en Filipenses 4:8 se nos dice “Por lo demás, hermanos, todo lo que es
verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo
lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en
esto pensad.” Para terminar este articulo podemos concluir que cumplimos con
dar a Dios lo que es de Dios cuando hacemos su santa voluntad, la cual es
agradable y perfecta (Romanos 12:2).
Que Dios te bendiga.
Mg. Nelson Vergara
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