No quiero ahogarme en mi humanidad


Escuchando una canción cristiana una de la estrofa me llamo la atención, esta decía “Ayúdame Señor no quiero ahogarme en mi humanidad.” Me pregunto cuantas veces le hemos orado a Dios pidiéndole que minimice nuestra humanidad, cuantas veces hemos tenido en nuestra mente que uno de los grandes enemigos de nosotros es nuestra humanidad. ¿Sera que estamos consciente de esto? ¿será que estamos tan cómodos con ella que no molesta?

Pablo en Efesios 4:22-24 (TLA) dice: “Por eso, ya no vivan ni se conduzcan como antes, cuando los malos deseos dirigían su manera de vivir. Ustedes deben cambiar completamente su manera de pensar, y ser honestos y santos de verdad, como corresponde a personas que Dios ha vuelto a crear, para ser como él.” Si leemos con detenimiento encontramos en esta porción que Dios nos exhorta para que cambiemos. Ahora ¿Cómo Él desea que seamos o cambiemos? El mismo texto lo dice, no dejando que los malos deseos dirijan nuestra vida. El problema que veo en esta porción sobre el hombre es que nosotros los seres humanos por nuestros mismos medios no podemos vencer al hombre carnal que está en nosotros.

El cristianismo nos es meramente conductual, aunque nos hacemos propósitos y propósitos loables, como ser mejores personas, dejar algunos pecados, cambiar algunas actitudes, estos cambios serán reales cuando nosotros los pongamos en las manos de Dios. En Mateo 11:28-30 el señor Jesucristo nos dice “Ustedes viven siempre angustiados y preocupados. Vengan a mí, y yo los haré descansar. Obedezcan mis mandamientos y aprendan de mí, pues yo soy paciente y humilde de verdad. Conmigo podrán descansar. Lo que yo les impongo no es difícil de cumplir, ni es pesada la carga que les hago llevar.”

La preocupación y la angustia puede ser consecuencia de muchas cosas internas o externas de nuestras vidas, pero cuando nos dejamos dominar por los malos pensamientos es casi inmediato que se genere una gran carga de angustia o preocupación en nosotros. La maldad del hombre produce eso, y al creyente le genera una expectación de juicio (Hebreos 10:26-27). Con lo anterior lo que deseo expresar es que si somos cristianos nuestro pecado nos va a generar angustia, zozobra, dolor, por eso tenemos que minimizar nuestro viejo hombre para que mengue ojalá completamente su actuar.

Pero ¿Cómo sometemos esa carnalidad animal que nos hostiga y domina muchas veces? Solo hay una forma, arrepintiéndonos y poniéndonos en las manos del Señor.  En cierta ocasión se me acerco un joven que asistía a la iglesia, el me confió su gran problema, el cual era “la masturbación”, él expresó que no tenía novia para casarse, que no poseía un trabajo aún para pensar en matrimonio y que no soportaba las gana de tener sexo con alguna mujer y por ende aplacaba ese deseo mediante esta práctica, entonces ¿Cómo hacia? Fue su pregunta.

Como hombre lo entendí, más en el contexto de una sociedad machista, mujeriega y bombardeada por la pornografía a cada instante, pero también lo veo como cristiano y reconozco que Dios puede tomar el control de esa vida al punto que el deje la práctica y este tranquilo. Mi respuesta fue “Dios tiene el poder para calmar ese deseo y darte tranquilidad y felicidad, ponte en las manos de Él mediante la oración y pídele que controle tus deseos” en palabras más cortas “clama para que no te ahogues en tu humanidad.”

Tal vez usted que lee este articulo me dirá “es fácil decirlo, pero hacerlo bien complicado” y le respondo “seguramente” pero Dios tiene el poder para erradicar de nuestras vidas cualquier pecado y ese poder lo podemos experimentar cuando él responda nuestras oraciones. Aquí tengo que decir algo y es que la oración o la vida de oración es vital para que se produzca cualquier acción de Dios, no es que Dios necesite una oración para actuar, si fuera así como algunos creer ¿Quién oro para que él creara el universo? Pero por otra parte si el creo la oración no es para dejarla tirada.

Para concluir solo te recomiendo que le pidas a Dios constantemente para que te saque del valle del pecado, sé que es un valle de huesos secos, un valle de muerte, un valle de derrota, pero Dios ha vencido al mundo y a sus tribulaciones, por eso debemos confiar aferrándonos a Él (Juan 16:33), no hay otra, Él es nuestra porción, Él es nuestra suerte.

Que Dios te bendiga.

Mg. Nelson Vergara

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