Viviendo en la normalidad


Mientras caminaba esta tarde por las calles de Bogotá podía ver el sol resplandeciente que después de una llovizna salió en la ciudad, generalmente ver la tarde con el sol brillante no es cosa de todos los días en la capital colombiana, pero hoy Dios nos regaló una tarde fría, pero con una brillantez preciosa.

Me cuestiono que los seres humanos desde que tenemos uso de razón vemos el amanecer, el día, el atardecer y la noche, y no nos inmutamos de la obra maravillosa, sincronizada e inteligente que Dios genero para nosotros. Que el sol este a la distancia exacta para que su luz nos llegue y no nos pulverice, o que la luna salga y en los campos se pueda caminar por las veredas en las noches, o que el oxígeno no falte para poder respirar,  y que las plantas estén allí para transformar el gas carbónico que expulsamos en oxígeno, no puede ser cosa del azar. Millares de diseños que aun la ciencia no logra descubrir o entender, no pudieron salir de una explosión (Big Bang) mucho menos de la nada o el azar.

Saber que estamos aquí y que el planeta donde vivimos se mueve, pero no se siente, o que al caminar la gravedad de 9,81 metros sobre segundo cuadrado no nos deja levantar de la tierra y nos hace que caminemos de tal forma que nos sintamos cómodos, o que Leonardo de Pisa más conocido como Fibonacci un prominente matemático italiano de finales del siglo 12 y principio del 13 se diera cuenta de la proporción divina con la cual están hechas todas las especies, son cosas por las cuales debemos pellizcarnos y dudar del azar o de las teorías huecas que nos quieren hacer creer hoy.

Pero me asombra que muchas personas vivan en la normalidad, la cual nos engaña haciéndonos creer que somos un todo, y que las cosas que están, existen para nuestro servicio porque de alguna forma fueron creadas, pero no nos importa cómo, ni quien, ni hasta cuando, lo que sí importa es que sigan allí para seguirlas usando y disfrutar de nuestra vida a nuestra anchas.

Vivimos en un planeta que tiene más de 6000 años, que se mantiene preservado en el cosmos y que no existe vestigio científico que será destruido prontamente por un cataclismo o algo semejante. Sabemos que ha envejecido y como todo lo que ha sido creado algún día perecerá, pero en medio de este, muchos no se preguntan ¿quién lo hizo? y ¿cuál es su fin?

¿Qué sentido tendría un planeta hecho por el azar para que seres como nosotros existiéramos? ¿Acaso el azar o la nada piensa? Ahora si fue un ser poderoso, solo imagine que pensaría ese ser cuando se puso en la labor de hacernos. La única respuesta valedera que nos queda a los seres humanos es que tenemos un creador, y que seguramente tiene un fin, porque ¿Para qué hacer semejante obra y dejarla tirada? Sería un verdadero desperdicio.

Gracias a Dios la Cristiandad sabe que no es así, entendemos que el creador de la tierra y los cielos es Dios y que su fin fue glorificarse mediante la creación, cuya máxima obra es el ser humano quien tiene semejanza con él, en especial en su voluntad propia, la cual lamentablemente usamos para apartarnos de los caminos de Dios, por eso su palabra dice que nuestros caminos no son los de Él ( Isaías 55:8 )

Pero Dios espera que muchos procedan al arrepentimiento mediante su gracia ( 2 Pedro 3:9 ) el desea que proclamemos en nosotros a Cristo como nuestro Señor y Salvador mediante la obra de su Espíritu Santo,  y así poder salvarnos y vivir eternamente con El en su gloria venidera ( Juan 3:16 ), la cual transformara en nuevo al cielo y a la tierra ( Apocalipsis 21:1 ).

Dios no quiere perder su creación, El desea perdurarla, así sea con un grupo,  por eso El también desea restablecer todo,  en especial nuestros corazones y esto lo logra mediante su gracia soberana y misericordiosa, haciéndonos personas que le aceptemos en medio de nuestras debilidades y pecados, personas que, aunque no somos los santurrones que muchos se imaginan, tenemos clara la visión de Cristo en nosotros, porque Dios no anda buscando hombres perfectos, ni religiosos,  El anda buscando hombres creyentes, lo cual son dos cosas bien diferentes, porque el creer es Fe y la Fe es convicción de lo que no se ve, certeza de lo que se espera ( Hebreos 11:1 ), y esto es Cristo, quien no se ve físicamente pero sabemos que existe y vuelve para reinar eternamente.

Vivir en la normalidad es ver pasar los días y la vida sin esperar nada, es vivir sin esperanza y tener la visión puesta solo en los años de vida de esta tierra, los cuales pasan rápido y como dijo el apóstol Santiago en su carta: “no somos más que neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” ( Santiago 4:14 ). Si la vida terminara aquí, seriamos un diminuto jamón en medio de dos panes gigantes llamados eternidad, y que lógica tendría eso. ¡Piénsalo! Cristo te ama y recuerda “no eres una casualidad”.

Por: Nelson Vergara