Algunos piensan que al llegar a
la vida cristiana muchas cosas de nuestra naturaleza pecaminosa desaparecerán
por arte de magia, lamentablemente esto no es así. Entendamos que todo hombre
nace con esta condición por lo cual comenzamos a padecer desde muy niños las
consecuencias de venir perdidos sin Dios a un mundo caído donde las tentaciones
no se harán esperar.
El llegar a la vida cristiana no
nos vuelve seres perfectos, mas bien somos seres en proceso que debemos estar
convencidos que no lograremos la condición de perfección en esta tierra sino en
la gloria venidera. Aunque la perfección del hombre no ocurre en la tierra, si
inicia en ella cuando el creyente es alcanzado por la gracia salvadora de Dios.
Pero de allí en adelante hay que recorrer un largo y duro camino para obtener
logros positivos en este sentido.
Con respecto al corazón leemos en
Santiago 1:14 “La tentación viene de nuestros propios deseos, los cuales nos
seducen y nos arrastran.” Esto indica que las tentaciones que salen de nosotros
mismo tienen un poder de convencimiento que generalmente nos lleva a pecar. Tenemos
que saber que no existe tentación buena, podemos también confundir un deseo con
una tentación, la diferencia radica en que la ultima ofende o quebranta los
preceptos de Dios establecidos en su palabra. Hoy vemos que la palabra “Tentación”
es usada muy jovialmente, por ejemplo, existen postres que le han puesto de
remoquete esta palabra y el ser tentado puede ser una acción más de placer que
de indignación.
Haciéndonos la pregunta inicial
de otra forma ¿Puede un cristiano vivir su vida experimentando constantemente tentaciones?
La respuesta es “Si”, es mas son las tentaciones las que hacen endurecer el espíritu
del creyente al pecado. Porque digo lo anterior, sencillamente porque el
cristiano que sabe cómo enfrentar de la manera correcta a las tentaciones de su
vida, será por ende bien visto por el Señor, y para llegar a un nivel de vida
donde el creyente sepa hacerle el quite a la tentación ha tenido que
experimentar muchas de estas cayendo en algunas y librándose en otras hasta
lograr un éxito en la mayoría.
Guiándonos por la vida de nuestro
Señor Jesucristo el cual fue tentado en todo (Hebreos 4:15) podemos extraer que
la gran defensa contra la tentación es la misma palabra de Dios. Si conocemos
bien las escrituras podemos contrarrestar cada mal pensamiento con una porción de
esta, haciendo que cada uno de estos malos deseos se postren a Cristo como dice
la palabra en 2 Corintios 10:5 “derribando argumentos y toda altivez que se
levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a
la obediencia a Cristo.”
Para concluir solo me queda decir que las tentaciones
estarán por siempre en esta vida, pero con Cristo podemos vencerlas en su mayoría
y porque no decir “a todas”.
Que Dios le bendiga
Nelson Vergara