Estoy seguro que luego que usted lea este texto que publico en su totalidad en esta entrada, va tener una óptica real y aterrizada de lo que es el Diezmo hoy, el cual lamentablemente es usado en muchas congregaciones que se hacen llamar cristianas para estafar a las personas y mantener la vida opulenta, extravagante y lujosa de sus lideres, que no son mas que lobos rapaces que pisotean con sus actos la obra del Señor.
No siendo mas le dejo el texto completo del hermano Peter Masters y un link de descarga para el que dese imprimir y compartir.
No siendo mas le dejo el texto completo del hermano Peter Masters y un link de descarga para el que dese imprimir y compartir.
Nota: Esta pequeña pero sustanciosa obra no se encuentra en el mercado a la venta, en el Internet se comparte en varios sitios. Por lo cual hacemos la advertencia que no se puede usar para fines de negocios o lucro económico, solo compartir.
EL DIEZMO
El Privilegio de la
Mayordomía Cristiana
Por
Peter Masters
Hace
un poco más de veinte años, mi esposa y yo solíamos visitar a una querida
anciana cristiana que estaba muy débil para vivir sola, por lo que tuvo que
cambiarse a un hogar para ancianos. Ella vivía tan frugalmente y tenía tan poco
en su alacena que uno pensaría que no tenía un centavo. Pero cuando sus amigos
de confianza llegaron a recoger las cosas de su departamento rentado y
empacaron sus pocas posesiones, encontraron en cajones y aparadores, aquí y
allá, sobres llenos de billetes destinados a varios misioneros. Era claro que
casi todo lo que ella poseía, después de pagar la renta y sus gastos básicos,
lo ofrendaba al Señor, pues todo su corazón era para Él y Su obra.
Este no fue un incidente
aislado, pues años atrás uno a menudo se encontraba con indicativos de la
devota mayordomía de los creyentes de edad avanzada, independientemente de cuán
pobres eran financieramente hablando. Los pastores más veteranos en todas
partes servirán de eco de esta experiencia. ¿Acaso ha pasado esa era de
abnegado amor?
Hoy en día tenemos tanto.
Nuestros ejecutivos más jóvenes manejan carros de un lujo y calidad que sus
colegas de hace treinta años ni siquiera podían soñar. Nuestros recién casados
generalmente empiezan con todos los artículos para el hogar, y más, cosas que
sus padres tuvieron que adquirir gradualmente, en una larga marcha hasta la
madurez. El hogar más humilde tiene equipo de sonido y video, además de dinero para
vacaciones sustanciales, y así sucesivamente. Sin embargo, por lo que nos
enteramos, iglesias y pastores en todo el país tienen con frecuencia
estrecheces financieras, y pocos proyectos de significado pueden ponerse en
marcha. Es ciertamente alarmante ver cuán pocos misioneros reciben apoyo estos
días. Asociaciones de iglesias financian un puñado de ellos, cuando uno
esperaría que muchas de las congregaciones locales fueran capaces de apoyar al
menos un par de proyectos.
¿Están los cristianos en
general menos comprometidos de lo que estaban antes? ¿Acaso la nueva generación
de convertidos no entiende el punto de la mayordomía de sus medios? ¿Nos hemos
convertido en una generación echada a perder, tan acostumbrada a un elevado
estándar de vida que no queremos deshacernos de mucho para darlo al Señor? Si
es así, entonces nos hacemos daño a nosotros mismos y perdemos una tremenda
instrumentalidad espiritual. Que el Señor bendiga para nuestros corazones este análisis
de algunos versículos grandiosos del Nuevo Testamento, que enseñan los deberes
y las bendiciones del "diezmo" por parte del pueblo de Dios.
El título de este
artículo toca de inmediato una nota controversial, porque diezmar (el acto de
ofrendar un diez por ciento del ingreso), es una obligación de los judíos, y en
ninguna parte del Nuevo Testamento se menciona como un deber del cristiano. Sin
embargo, usamos el término en un sentido general más que literal. Para nosotros
la palabra "diezmo" indica que el ofrendar debería estar relacionado
con los medios que poseemos, "según
haya prosperado" (1 Corintios 16: 2) y no necesariamente tiene que
ser un diez por ciento exacto. No obstante, más adelante veremos que el diezmo
del Antiguo Testamento tiene una base bíblica como el mínimo para el pueblo de
Dios en todas las épocas.
Este escrito examinará
muchos textos del Nuevo Testamento, cada uno de los cuales presenta algún aspecto
del diezmo, incluyendo la actitud del creyente, los propósitos de Dios, la
proporción del diezmo, y algunas reglas prácticas para la mayordomía.
1.
Todo lo que tenemos pertenece al Señor.
El primer principio de la
mayordomía característicamente cristiana fue enseñado por el Salvador, según
está registrado en Lucas 21: 1-4. Viendo a los ricos que echaban sus ofrendas
en el arca de las ofrendas, y con ellos a una pobre viuda que echaba sus dos
blancas, Él hizo la observación que ella había dado más que todos los demás,
pues mientras ellos dieron una pequeña porción de su gran riqueza, 'ella de su
pobreza' echó todo el sustento que tenía.
La gran lección aquí, y
la norma para las ofrendas del cristiano, es que todo lo que poseemos le
pertenece al Señor. Si alguien desea debatir el valor preciso de un diezmo en
la dispensación cristiana, si es un décimo, o más, o menos, la respuesta del
Señor es que es estrictamente todo lo que tenemos.
Todo lo que somos y todo
lo que tenemos es del Señor, y, aunque tenemos que proveer para nuestra
vivienda, ropa, comida y otras responsabilidades, vivimos de su dinero, pues
todo nuestro ingreso es suyo, y debe estar disponible para Él conforme se
requiera. No decimos: '¿qué proporción debería ofrendar?' Sino más bien 'puesto que todo es Suyo; ¿qué
proporción necesito retener?'
Únicamente esta actitud nos
hará realistas acerca de cómo gastamos nuestro dinero: si en cosas innecesarias
o en cosas de mucho lujo o demasiado caras para nuestras necesidades. Debemos
acabar con la mentalidad que considera algunas cosas como nuestras y otras como suyas. Deberíamos pensar que todas las cosas son suyas, y de ellas tomamos para
nuestro gasto, a fin de cubrir nuestras razonables necesidades terrenales.
El corazón del Señor fue
conmovido por aquella mujer que comprometió todo lo que tenía. El apóstol Pablo
alaba esta actitud en sus palabras a los corintios: "no sois vuestros,
porque habéis sido comprados por precio." (1 Corintios 6: 19-20) El rey
David entendió esto muy bien cuando oró: "Pues todo es tuyo, y de lo
recibido de tu mano de damos." (1Crónicas 29: 14).
Amamos al Señor por sobre
todas las cosas y nos hemos entregado completamente a Él. Por consiguiente,
debemos emplear todos nuestros recursos y energías para Él, como hijos e hijas
privilegiados de un salvador amado, soberano y glorioso.
2.
El Propósito Principal del Diezmo
¿Cuál es, precisamente, el
propósito del diezmo o de la mayordomía? Una buena parte de la respuesta se
encuentra en 1 Corintios 9:1-27. Al final de trece versículos de poderoso razonamiento
escritural, Pablo dice: "Así también ordenó el Señor a los que anuncian el
evangelio, que vivan del evangelio." (1 Corintios 9: 14). La ofrenda del
pueblo de Dios es principalmente para el engrandecimiento y la proclamación de
la Palabra de Dios.
El Evangelio debe ser
proclamado por todas partes; la viña del Señor debe ser plantada, y las ovejas
del Señor apacentadas (1 Corintios 9:7). Los mensajeros del Señor ('el que ara y el
que trilla') deben tener la capacidad de entregarse a su obra (1 Corintios 9:10).
Entonces este es el propósito más elevado de la mayordomía cristiana: la
proclamación de la verdad salvadora de Dios, y la instrucción de la iglesia.
De acuerdo con el texto,
la idea de que los predicadores y otros obreros cristianos deben ser sostenidos
no es algo que fue inventado por la iglesia, sino que fue ordenado por Dios (lo
que significa: prescrito, arreglado y ordenado por Él). Son el plan y la
voluntad de Dios.
Es cierto que el
pasaje más largo del Nuevo Testamento relativo a la
mayordomía (en 2 Corintios 8 y 9), tiene que ver principalmente con el alivio
de los creyentes afligidos, pero la enseñanza de 1 Corintios 9 respecto al
sostén de los predicadores, es tan enfático e imperativo, que es claramente el
primer deber y el principal.
Gálatas 6:6 insiste
también en el sostenimiento del ministerio de la Palabra. Pablo dice: "el
que es enseñado en la Palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo
instruye." La palabra griega traducida como partícipe, significa
compartir. Esto demuestra que somos llamados a compartir con aquél que ha sido
apartado para enseñar. Pablo nos ordena la reciprocidad como oyentes y
maestros, dando y recibiendo mutuamente.
Si
la mayordomía en una iglesia es pobre, entonces la diseminación de la Palabra
de Dios sufrirá. El pastor será empobrecido, los misioneros recibirán escasa
ayuda; la buena literatura no podrá ser adquirida ni reproducida; los medios
necesarios para el evangelismo y para la escuela dominical, tales como
alojamiento y vehículos, no estarán disponibles. Sin embargo, el Señor ha ordenado
que los mensajeros sean apartados y que la obra del evangelismo sea sostenida con
liberalidad.
¿Acaso somos indiferentes
a la mayordomía de nuestro dinero? Quizás no nos hemos percatado plenamente que
Dios ha ordenado que nuestra contribución desempeñará un papel importante en
llevar a cabo sus gloriosos propósitos. Quizá no hemos sentido todo el peso del
privilegio y de la responsabilidad que esto conlleva. Tal vez no hemos
considerado nunca, seria y profundamente, cuánto deberíamos dar y cómo
deberíamos comprometernos a ser fieles a nuestras obligaciones.
3.
La Manera de Diezmar
En 1 Corintios 16:1-2,
Pablo habla de la frecuencia y del espíritu de la mayordomía, diciendo:
"En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la
manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana,
cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado."
En este particular
pasaje, el propósito de la ofrenda es benevolencia para los creyentes afligidos;
pero la actitud respecto a la 'ofrenda' y su frecuencia, es muy instructiva
para todo tipo de ofrendas.
La frase "según haya
prosperado" (la versión antigua traduce: 'lo que por la bondad de Dios
pudiere'), tiene un significado especial.
La frase haya prosperado significa literalmente: "Según que haya
sido ayudado por Dios en el camino." Esto implica que las circunstancias
de uno pueden variar de una semana a otra, algo que en aquel tiempo era ciertamente
verdad, y lo es también en la actualidad.
Los hogares cristianos
calculaban sus necesidades y daban una porción de su dinero al Señor. Entonces,
si su ingreso se incrementaba, ellos lo veían como que el Señor los prosperaba
a fin de que destinaran más para la ofrenda. Si "Dios les ayudó en su camino"
no era únicamente para su propio beneficio, sino también para su mayordomía, y
en ese espíritu daban. Si los corintios no
hubieran contribuido según el Señor los prosperaba, habrían sido culpables de
usar mal (malversar) lo que Él les dio con un propósito.
La frecuencia de la ofrenda
semanal, que involucraba un cálculo inteligente de los fondos disponibles,
demuestra la necesidad de revisar continuamente nuestra mayordomía. No es
suficiente arreglar una transferencia bancaria, una vez cada seis meses o más,
para luego olvidarse del asunto.
Tenemos una obligación en
obediencia al mandato divino, a ser continuamente sensibles a las necesidades
de la obra de Dios, y también conscientes de la provisión divina para nosotros,
para que podamos ayudar a suplir estas necesidades. Este texto nos llama a ser
sensibles constantemente, vigilantes y responsables de nuestras ofrendas.
No es sorprendente que el
apóstol enseñe que la ofrenda debería ser depositada en el día de la adoración,
puesto que la mayordomía es un acto de adoración, gratitud y dedicación.
Adoramos con nuestras mentes, nuestros corazones y también con nuestros bienes,
reconociendo que nada de lo que poseemos es nuestro, y que somos siervos del
Señor.
4. Una Señal Vital del Carácter Cristiano
Otro pasaje importante sobre
la mayordomía cristiana es 2 Corintios 8 y 9, que presenta una lista de retos y
estímulos. Aquí Pablo dice a los corintios que ellos deberían saber acerca de
"la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia" (2
Corintios 8: 1); la gracia mencionada es
el espíritu de generosidad y ayuda.
"Como en todo abundáis,"
dice Pablo, "en fe, en palabra, en ciencia, en toda solicitud abundad
también en esta gracia"(2 Corintios 8: 7). Evidentemente, los miembros de la
iglesia de Corinto tenían fe, un vibrante testimonio, un buen conocimiento de
doctrina, y una gran solicitud en muchas cosas, pero no habían comprendido
plenamente el deber de la mayordomía generosa.
Ellos revelaron una
significativa área de estancamiento, en su falla en terminar la mayordomía que
habían empezado. Ellos tenían la intención de dar (versículos 10-11),
ciertamente habían empezado a dar, pero no terminaron la obra. El reto para
nosotros es claro. ¿Cuál es el nivel de mayordomía que hemos alcanzado, el de
Macedonia o el de Corinto?
Pero ¿por qué la ofrenda,
en este pasaje, es llamada una 'gracia'? Primero, porque es una manifestación
de la gracia de Dios en el corazón; una evidencia de Su obra transformadora y
santificadora. El apóstol Pablo dijo a los corintios que su generosa mayordomía
sería una prueba de la sinceridad de su amor (versículo 8). También les
exhortaba con estas palabras: "Mostrad, pues, para con ellos ante las
iglesias la prueba de vuestro amor" (versículo 24).
Segundo, la mayordomía es
una "gracia" por el espíritu con que se lleva a cabo. Damos motivados
por la gracia. El dador da voluntariamente y no espera recibir ningún beneficio
personal. Es motivado a dar porque Dios le ha mostrado Su favor libre y
gratuitamente.
Si la iglesia fijara el
diezmo como algo obligatorio para sus miembros, entonces sus ofrendas ya no
serían una "gracia." Si la gente ofrendara porque algún maestro del
'evangelio de la prosperidad' los hubiera convencido de que Dios los
recompensaría, entonces su ofrenda ya no sería una "gracia." Para
agradar a Dios, la dádiva debe provenir de un corazón sincero, como un acto
voluntario, sin ninguna expectativa de recibir alguna recompensa personal.
¿Cuál es nuestra
condición ante el Señor? ¿Cuán grande es nuestro amor? ¿Cuán profunda es
nuestra convicción? ¿Cuán sincero es nuestro agradecimiento y nuestro deseo
para el avance de la obra del Señor y la gloria de Su nombre? Pablo, hablando
bajo inspiración del Espíritu Santo, dice que todas estas cosas son probadas
por el vigor de nuestra mayordomía.
¿Por qué debe ser la
mayordomía la prueba de ácido de nuestro amor y sinceridad? ¿Es una prueba
justa y precisa? Si alguien permite que su mayordomía decaiga, ¿significa que
su espiritualidad está decayendo? ¿Realmente indica falta de amor, de
compromiso y de profundidad?
La respuesta en 2
Corintios 8 es que, en efecto, demuestra esto, porque la mayordomía revela la
semejanza de familia de los hijos de Dios. Pablo argumenta que, en nuestra
mayordomía, el corazón de Cristo se manifiesta en nosotros: "porque ya conocéis la gracia de nuestro
Señor Jesucristo, que por amor de vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que
vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos" (versículo 9).
En otras palabras, la
mayordomía es una de las pruebas más reveladoras de nuestra semejanza a Cristo,
porque refleja muy claramente Su carácter.
Él se dio a Sí mismo completa y enteramente para beneficio de otros. Él
se despojó de la gloria del cielo por la más profunda humillación, aun hasta la
muerte de cruz, motivado por Su compasión por los pecadores.
En un sentido Él "ha
dado" su estado eterno por Su pueblo, tomando sobre Sí mismo un cuerpo,
ahora glorificado, que llevará para siempre en Su oficio de Rey, guardián y
protector.
El Señor Jesucristo,
nuestro "hermano mayor," precursor y ejemplo, es inmensurablemente desinteresado, amoroso, tierno, benevolente
y generoso. En Su maravillosa gracia y condescendencia, se dio a Sí mismo, y se
dio a Sí mismo enteramente. Entonces, la
evidencia más grande de nuestra semejanza a Él será manifiesta en nuestra buena
voluntad de darnos a nosotros mismos y nuestros bienes, para Su causa. Si somos
mayordomos infieles, entonces nuestra semejanza de "familia" no será
muy visible en nosotros.
5.
Darnos Nosotros Mismos al Señor
2 corintios 8 pone
delante de nosotros el ejemplo de un pueblo cuyos corazones fueron tan
entregados a la causa a la que contribuyeron, que no dieron sólo su dinero,
sino también se dieron ellos mismos (ver versículo 5).
Al ofrendar el dinero que
tanto necesitaban, se sujetaron a sí mismos a grandes padecimientos, y es en
este sentido que la Biblia dice que: "se dieron a sí mismos al Señor"
(versículo 5). Aquí tenemos más luz sobre la actitud de la viuda que dio todo
su gasto al Señor. Tal vez ellos dijeron: "abstenernos de comer por un día
o una semana, para poder mandar ayuda a los creyentes en Jerusalén, es nuestro
servicio para ellos. Ayunaremos con gozo, para que ellos puedan
sobrevivir." (Evidentemente, muchos creyentes en Jerusalén se encontraban en
peligro de morir de hambre a causa de una fuerte sequía). No dieron solamente dinero,
sino cualquier comodidad y gusto que ese dinero les hubiera comprado, si no lo
hubiesen dado. Hicieron un sacrificio personal mediante esta privación.
Toda mayordomía verdadera
y digna es como ésta, porque planta una diferencia en nuestras vidas. No
decimos: "voy a ofrendar únicamente una suma que me deje libre para gastar
el resto como yo quiera, y para disfrutar cualquier placer o posesión que
quiera." Por el contrario, nosotros debemos decir: "voy a darme a mí
mismo al Señor y a Su obra, reduciendo los gastos extravagantes, los lujos, las
cosas superfluas y todos los deleites innecesarios, con el fin de que el dinero
que hubiese gastado en todas esas cosas sea dedicado a la causa de mi
Salvador."
¿Tomamos tan seriamente
nuestro ministerio de mayordomía, planeando nuestros gastos de tal manera que
podamos apoyar gozosamente la predicación de la Palabra y ayudar a los
creyentes necesitados? Ciertamente debemos mantener un hogar y un estilo de
vida suficientes para poder servir eficazmente al Señor. Pero ¿tenemos como
meta hacer lo máximo que podamos en lo relativo a nuestra mayordomía?
La mayor prueba de
nuestra sinceridad será nuestra disposición para asumir el privilegio de la
mayordomía. Pablo dice a los macedonios: "Pues doy testimonio de que, con agrado,
han dado conforme a sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con
muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio"
(versículos 3 y 4). Pablo les dice después: "Ahora pues, llevad también a
cabo el hacerlo porque si primero hay la voluntad dispuesta, será acepta según
lo que uno tiene" (versículos 11-12).
Si encontramos que
estamos renuentes a dar con generosidad, deberíamos estar muy alarmados.
Debemos escudriñar nuestras vidas para descubrir las cosas que nos han
inducido a dejar nuestro primer amor y a enfriarnos en el amor hacia Cristo.
Una vez encontrado el mal, debemos desarraigarlo.
Es únicamente cuando
estemos dispuestos a perder todo el beneficio personal de nuestro ingreso, y
manifestar la gracia de dar, que estaremos dándonos realmente al Señor. Pablo
anhelaba ver esta disposición en los creyentes, a fin de que dieran "No
con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre" (2
Corintios 9: 7). La palabra griega traducida
como "no con tristeza" significa como "renuentes" o como
"afligidos."
¿Somos renuentes a
repartir nuestro dinero para el Señor?
¿Nos resulta difícil
elegir la gloria de Cristo más que las comodidades del presente? Si es así, derramemos nuestro corazón en
arrepentimiento, por nuestra frialdad. Avivemos nuestra gratitud por nuestra
salvación, y por el amor redentor del Salvador, por la nueva naturaleza que
hemos recibido, y por toda Su paciencia, misericordia y amor para con nosotros.
Pensemos en Su tierna
providencia en nuestras vidas, y en la certidumbre de la gloria eterna, y
seguramente nuestros corazones se derretirán y nos levantaremos con el deseo de
asumir nuestra responsabilidad de apoyar la obra del Evangelio.
Que nunca seamos contados
entre aquellos que dan solamente porque tienen que hacerlo. Más bien demos,
porque nos hemos propuesto en nuestro corazón dar para la obra de Dios. ¡Cuánto
nos alienta saber que la mayordomía alegre y voluntaria agrada al Dios
Todopoderoso del cielo!
Sin duda, la frase:
"Dios ama al dador alegre," es demasiado profunda para que podamos
entenderla plenamente. ¿Acaso puede Dios amarnos más de lo que ya lo ha hecho,
al enviar a Cristo para que muriera por nuestros pecados? Estas notables
palabras probablemente significan que Dios manifiesta su amor al dador alegre,
por la manera en que su bendición recae sobre su ofrenda y su abrazo especial
es experimentado por el mayordomo voluntario.
6.
La Generosidad Bíblica Está Relacionada con los Medios.
Pero suponiendo
que nos encontramos
en dificultades económicas: ¿es
razonable esperar que demos generosamente? Nuestro pasaje en 2 Corintios 8 nos
ayuda también en este punto, porque define la generosidad bíblica en relación
con nuestros medios, diciendo: "Porque si primero hay la voluntad
dispuesta, será acepta según lo que uno tiene, no según lo que no tiene."
(Versículo 12).
Si queremos dar para el
Señor, y hacemos lo mejor que podamos en circunstancias difíciles, el Señor se
agrada y honrará y bendecirá nuestra ofrenda. Esto lo vemos en la blanca que
ofrendó la viuda. Desde la perspectiva divina, la “generosidad" es un
asunto de las circunstancias de cada uno.
Como J. C. Ryle lo expresó: "Las ofrendas de los
creyentes pobres tienen tanta dignidad como las ofrendas de un príncipe, porque
Cristo toma en cuenta algo más que la simple cantidad de nuestra ofrenda. Él
mira a la proporción de nuestra ofrenda en comparación con todos nuestros
bienes, y también mira la abnegación que exige de nosotros."
Vean el ejemplo de los
macedonios, quienes se encontraban "en grande pobreza de
tribulación." Y, sin embargo, "la abundancia de su gozo y su profunda
pobreza abundaron en riquezas de su generosidad" (versículo 2). Motivados
por su gratitud ante la bondad de Dios para con ellos, hicieron su mejor
esfuerzo para contribuir, y el resultado fue registrado por el Espíritu Santo
como "las riquezas de su generosidad." Según la opinión de Dios, el
gozo cristiano se combina con la pobreza para resultar en
"generosidad."
No debemos desanimarnos
nunca por la idea de que la capacidad de nuestra mayordomía es pequeña y que no
vale la pena. Vemos en el lenguaje del Salvador y de Pablo, que el corazón de
Dios se agrada ante la "generosidad" de Su pueblo, sin importar cuán
pequeña sea la cantidad. La ofrenda sincera es un acto de amor y de adoración y
Dios obrará grandes bendiciones para esta clase de ofrendas. La ofrenda pequeña
pero que cuesta, dada con gozo, lleva la fragancia de la gracia de Cristo
viviendo en un corazón redimido.
Podemos pensar que en
tanto que demos una porción de nuestro ingreso, (digamos un diez por ciento),
seremos reconocidos como unos siervos obedientes en el día del juicio. Pero,
vean otra vez a los creyentes de Macedonia, pues ellos se esforzaron en dar más
allá de su capacidad (versículo 3). No hay ninguna evidencia de que ellos daban
una porción "confortable" o "conveniente." Al contrario,
hay un deseo profundo de esforzarse al máximo, y esto es lo que el Espíritu
Santo aprueba y recomienda.
¿Así sucede con nosotros? ¿Cuándo fue la última vez que revisamos
nuestra mayordomía? ¿Es nuestro deseo constante el avance de la obra de Dios?
O, ¿hemos caído en el error de pagar un 'impuesto' fijo al Señor, considerando
todo el resto como "dinero para nuestros bolsillos"?
7.
El Objetivo es el Motivo
Una de las palabras más
útiles usada en conexión con la mayordomía aparece en 2 Corintios 9: 5, en
donde Pablo dice: "Por tanto tuve por necesario exhortar a los hermanos
que fuesen primero a vosotros y preparasen primero vuestra generosidad antes
prometida, para que esté
lista como de generosidad, y no como exigencia nuestra." La palabra
traducida dos veces aquí como "generosidad" (Versión 1960), se
traduce en la versión antigua como "bendición." Esta palabra griega
significa algo más que un don generoso, puesto que incluye la idea de comunicar
un beneficio o una bendición.
Lo que los corintios
tenían en mente no era solamente el alivio del hambre, sino que además se
preocupaban por la felicidad y el bienestar de los afligidos creyentes de
Jerusalén. No fue simplemente un intento de evitar el morir de hambre, sino más
bien un beneficio positivo o una bendición además de eso; una expresión de
amor.
La palabra
"bendición" (versión antigua) o "generosidad" (versión
1960), manifiesta un ingrediente muy importante para la mayordomía cristiana,
sin el cual perderemos nuestra motivación, y nuestra ofrenda se volverá una
cosa mecánica.
La mayordomía cristiana
debe ir acompañada de un deseo: el deseo de brindar una gran bendición a otras
personas. En el caso de los afligidos creyentes de Jerusalén, los corintios
querían algo más que su supervivencia. Querían darles salud, felicidad y ánimo
espiritual. Su ofrenda iba acompañada de sus oraciones que expresaban su
preocupación, su afecto y su solicitud por ellos.
Cuando ofrendamos para el
evangelismo y el ministerio de nuestra iglesia, debemos hacerlo con un deseo
similar en mente. Debemos decirnos a nosotros mismos: "esta ofrenda es una
bendición o una expresión de buena voluntad, diseñada para traer luz y vida a
las almas perdidas."
Cuando planeamos nuestra
mayordomía debemos pensar en el beneficio espiritual de otros, que se producirá
por la proclamación de la Palabra. Esta es la meta de la mayordomía, sin la
cual se convertirá sólo en un deber frío y pura formalidad. No ofrendamos
porque sea nuestro deber hacerlo, sino que vemos cómo otras almas pueden ser
bendecidas de la misma manera en que nosotros lo hemos sido. Debemos tener en
mente no sólo un don, sino también una bendición.
El apóstol Pablo se
apresura a agregar que, si ofrendamos con este espíritu, en verdad redundará en
una bendición: "Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará
escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también
segará." (Versículo 6, Versión 1960).
Aquellos que enseñan el
"evangelio de la prosperidad" sacan estas palabras fuera de su
contexto y las aplican al dador del don, enfatizando que el dador segará más
riqueza y beneficio como recompensa por su ofrenda. Dando este enfoque a las
palabras, estos maestros persuaden a muchas personas para que les den a ellos
grandes sumas de dinero (que son usadas frecuentemente para apoyar su estilo de
vida extravagante y lujoso, especialmente en los Estados Unidos y otros
países). Pero esta interpretación es obviamente equivocada, porque pasa por
alto el contexto.
Las palabras de Pablo
simplemente dicen que si sembramos escasamente (en nuestra ofrenda), no seremos
instrumentos para traer muchas bendiciones a las vidas de otros. Por otra
parte, si sembramos (damos) generosamente, con el fin de comunicar una bendición
grande o un beneficio a otros, entonces Dios bendecirá grandemente a aquellos a
quienes fue otorgado el don.
Las palabras de Pablo no
dicen nada aquí acerca de nuestra prosperidad, ni de la cuestión de si ésta
será incrementada como resultado de nuestra ofrenda. El dador del don segará,
en el sentido de que su ofrenda producirá fruto. Si su motivo es el de bendecir
a otros, a su debido tiempo la semilla crecerá para una gran cosecha. Es un
grave error trastornar este versículo para apoyar a aquellos que ofrendan
egoístamente o en la búsqueda de sus propios intereses.
Otra meta principal que
debemos buscar por medio de nuestra mayordomía es que sea una alabanza y un
agradecimiento a Dios. Este punto es destacado en 2 Corintios 9: 12, en donde
Pablo dice que la benevolencia de las iglesias redundó en esto: "Porque la
ministración de este servicio no solamente suple lo que, a los santos falta,
sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios; pues por la
experiencia de esta ministración glorifican a Dios por la obediencia que
profesáis al evangelio de Cristo."
No importa si damos para
aliviar el sufrimiento de otros creyentes, para la predicación del evangelio, o
para la enseñanza de los creyentes, el resultado de nuestra ofrenda (por la
bendición de Dios), es gratitud y amor para Él. ¿Puede existir un objetivo más
elevado que éste: multiplicar la alabanza y el agradecimiento para con Dios?
¡Cuán fuerte es este incentivo para nuestra mayordomía, pensar que Dios quiere
usarla para producir alabanza y adoración en los corazones de otras personas!
8.
La seguridad financiera y el diezmo
Hay un grandioso
versículo en 2 Corintios 9, en donde el apóstol Pablo se dirige a nuestros
temores humanos. Al enfrentarnos con el reto de ofrendar con liberalidad,
quizás seamos tentados a pensar: "pero ¿qué tal si repentinamente nos
encontramos con tiempos difíciles? ¿Qué
tal si no estuviera otra vez en la posición de adquirir ciertas cosas que me
gustaría tener? Y, ¿qué tal si mi ingreso me llegara a faltar?
A pensamientos semejantes
a estos, Pablo dice: "Poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros
toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo
suficiente, abundéis para toda buena obra." (Versículo 8).
Dios cuidará de ti, dice
Pablo. Toda gracia, en abundancia, fluirá hacia ti para que siempre tengas lo
suficiente, (fíjate bien, no demasiado, sino lo suficiente), para agradar al
Señor, para servirle y para crecer en la gracia.
Esta no es una promesa de
recompensa material por nuestra mayordomía, sino una promesa de gracia, la cual
es un favor de Dios. La promesa puede cumplirse en la forma de un apetito modesto y humilde, de tal forma que vivamos contentos
sin muchas de las cosas que los hombres del mundo consideran esenciales.
Seguramente el Señor nos
dará un celo más grande por Su obra, y nos usará para producir fruto eterno.
"Como está escrito: Repartió, dio a los pobres; su justicia permanece para
siempre." (Versículo 9).
Los versículos 10 y 11
del capítulo 9 (la oración de Pablo a favor de los corintios), enseñan que Dios
puede incrementar los recursos de los mayordomos fieles, a fin de que su
mayordomía se incremente más. El apóstol escribe: "Y el que da semilla al
que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y
aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo
para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias
a Dios."
Es Dios quien provee los recursos
para la mayordomía, quien da los resultados, y aun quien incrementa los
recursos de los mayordomos fieles. ¿Apreciamos el hecho de que el Señor nos ha
prosperado para este propósito? ¿Le defraudamos inconscientemente, guardando
para nosotros mismos, aquello que es para Su obra? Dios suministra o provee la
"semilla" para que Su pueblo siembre.
De este ingreso (dice
Pablo, citando a Isaías), viene nuestro pan, y de ello tenemos que cubrir los
gastos de la familia y del hogar. Pero la porción que sembramos para la cosecha
del Señor, Dios la multiplicará. Por lo tanto, nunca dejemos de orar por la
ofrenda que damos, porque entonces el Señor no magnificará su efecto en la obra
del Reino. Pudiera ser que nosotros estemos entre aquellos que el Señor llamará
a una mayordomía que se incremente constantemente, gobernando nuestras
circunstancias de tal manera que estemos "Enriquecidos en todo para toda
liberalidad." (Versículo 11).
9.
El diezmo depende del contentamiento
Hay un reto especial para
nosotros que vivimos en este siglo de abundancia en 1 Timoteo 6: 6-11 y 17-19.
"Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento, así que, teniendo
sustento y abrigo, estemos contentos con esto."
Cuán esencial es para
nosotros que tengamos una actitud razonable y reservada acerca de nuestros
requerimientos en esta vida. Sin contentamiento, siempre sentiremos la
necesidad abrumadora de que "algo más nos hace falta" y nuestros
apetitos inquietos echarán a perder la administración sabia de nuestros
recursos, es decir, nuestra mayordomía.
Es necesario que nos
preguntemos constantemente, conforme planeamos nuestras compras:
"¿realmente necesito esto? ¿Es necesario? ¿Qué sucedería a la obra del
Señor, si todos los creyentes gastaran su dinero como yo lo estoy haciendo?
¿Hago esta compra para mi
engrandecimiento o para impresionar a mis vecinos? ¿Debería yo tener esto,
mientras otros creyentes sufren dificultades, y los mensajeros del Señor están
en aprietos económicos?
Pablo advierte que
"Todos los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo," y dice
también: "A los ricos de este siglo manda que no sean altivos," que
quiere decir "engreídos."
Hace muchos años conocí a
un hombre cuyos ingresos personales estaban muy por encima del presupuesto
anual de una iglesia grande a la cual asistía. No obstante, me dijo que su
mayordomía no era muy sustancial. Él mantenía dos casas muy costosas, varios
automóviles lujosos, además de otras comodidades proporcionadas por la riqueza.
¿Qué estaba manifestando este hombre con ese estilo de vida? Estaba diciendo
que él mismo tenía más importancia que la obra entera de su iglesia. Si
gastamos excesivamente en nosotros mismos, estamos declarando lo que creemos
acerca de nuestro valor y nuestra importancia. Ante los ojos de Dios, aparecemos
como el resto del mundo.
Pablo dice: "a los
ricos de este siglo manda. . .que hagan bien, que sean ricos en buenas obras,
dadivosos, generosos," y esto quiere decir que estén dispuestos a
compartir con generosidad, y que no vean sus bienes como si les pertenecieran.
La codicia (que significa
el deseo de tener más siempre), es profundamente ofensiva a Dios, y cruelmente
dañina para la vida espiritual. No hay nada que convierta más pronto al
creyente en un hipócrita que la codicia; ni tampoco hay algo más dañino para la
mayordomía. Y, sin embargo, este es sin duda, uno de los pecados menos
reconocidos o del que menos nos damos cuenta, aun entre los creyentes.
El Señor dijo:
"Mirad y guardaos de toda avaricia" (Lucas 12:15). Pablo coloca la
avaricia entre la perversidad y la maldad, en la lista de pecados de Romanos 1:
29. En Efesios 5: 3, está colocada junto con la fornicación y toda inmundicia y
es destacada como algo que ni siquiera se debería "nombrar entre
nosotros."
En Colosenses 3: 5 se nos
dice que hagamos morir a la avaricia, la cual se define como idolatría. Hebreos
13: 5 dice: "Sean vuestras costumbres sin avaricia," es decir, este
pecado debe ser erradicado de nuestro estilo de vida, porque deberíamos estar
completamente satisfechos con el Señor mismo.
¿Cómo podemos prevenir la
avaricia, que es uno de "los deseos carnales que batallan contra el
alma"? (1 Pedro 2: 10). ¿Cómo podemos contener nuestros apetitos, y así
guardar el décimo mandamiento: "No codiciarás"? El gran antídoto, junto con la oración y el
contentamiento es la mayordomía planeada y generosa de los recursos que Dios
nos ha dado. En otras palabras, el pecado preciso que destruirá nuestra mayordomía
será restringido si tenemos una administración bíblica y controlada de nuestros
recursos.
Las palabras de Pablo a
Timoteo, que los ricos deberían ser: "Ricos en buenas obras, dadivosos y
generosos" no son simplemente un buen consejo, sino un mandamiento
solemne. "Mándalos" dice Pablo.
La mayordomía no es sólo
nuestro llamamiento, sino nuestro privilegio. Es la salvaguarda más tierna que
pudiéramos tener para protegernos de nuestros deseos y guardar nuestros
corazones como dedicados al Señor y a los asuntos de Su reino. Es un infalible
protector contra los tentáculos de la mundanalidad.
10.
El dar no debe tener nunca un motivo egoísta
El apóstol Pablo, en Romanos
12: 8, incluye el ofrendar o contribuir como un don espiritual, diciendo:
"El que reparte, hágalo en simplicidad." Pablo se refiere aquí a los
creyentes que tienen un ministerio especial en este asunto, presumiblemente
porque han sido bendecidos con mayor riqueza de la normal. Algunas personas
pueden caer en la tentación de ofrendar ostentosamente para atraer hacia sí
mismos, la apreciación y la influencia. Tales personas reciben la advertencia
que eviten caer en esa trampa. Aunque ciertos peligros son particularmente significativos para los que ofrendan
grandes cantidades, no obstante, todos deberían ser cautelosos para evitarlos.
"Simplicidad"
es la norma; esta palabra significa: "con pureza o sinceridad."
"La simplicidad" (palabra usada por la Versión Antigua) quiere decir,
que no deberían existir motivos ulteriores, como, por ejemplo, obtener influencia
o ventajas para sí mismos. Este es un vicio que frecuentemente motiva a los ricos
en sus donativos a la iglesia, y es algo que puede convertirse en un tropiezo
para los líderes de la iglesia.
Una posible paráfrasis de
las palabras de Pablo podría ser la siguiente: "que el que da, lo haga sin
ninguna clase de interés personal." Desafortunadamente, algunos dadores
mal motivados han usado muchas tácticas para asegurar que sus ofrendas les
obtengan influencias. A veces hay personas que quieren que la iglesia adquiera
algo que no es aprobado por los oficiales. Entonces, actuando de manera
individual, compran la cosa y la donan a la iglesia. Esto constituye una
violación del orden y gobierno de la iglesia, porque acaba con el liderazgo
espiritual y los procedimientos normales para la toma de decisiones.
En ocasiones hay personas
que donan artículos a la iglesia (por ejemplo, un nuevo piano), con el fin de
llamar la atención y ganar el aprecio de los demás. A veces, en algunos casos,
hay personas que quieren comprarle al ministro un 'regalo,' para asegurar algún
privilegio o trato especial (quizá para escapar de la disciplina o las
consecuencias de su mala conducta).
Sin duda, muchos
donativos directos a la iglesia y al pastor, son hechos con los propósitos más
puros, pero la práctica en sí es muy peligrosa. Por lo tanto, normalmente las
ofrendas deberían llevarse a cabo en secreto y dirigir todo a la "ofrenda
común." Solamente así, no habrá oportunidad para ninguna tentación y la
iglesia podrá financiar su ministerio, libre de cualquier influencia
inapropiada.
Esto va de acuerdo con
las instrucciones del Salvador en el Sermón del Monte: "Guardaos de hacer
vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra
manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Mas
cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que
sea tu limosna en secreto." (Mateo 6: 1-4).
El ofrendar debería ser,
hasta donde sea posible, una actividad secreta; no debería asegurar ninguna
ventaja o privilegio para el dador. De esta forma, deberíamos reconocer la
igualdad de todos los oferentes ante los ojos de Dios, sin importar si son
ricos o son pobres.
11.
¿Es válido el diezmo en la actualidad?
Tradicionalmente los
cristianos han tomado el diezmo (el diez por ciento), como el punto inicial o
la base de la mayordomía, puesto que es visto como la proporción bíblica
mínima. Puede ser aumentada conforme el Señor lo prospere a uno. Dos preguntas
son formuladas comúnmente con relación a este asunto. La primera pregunta es:
¿por qué un requerimiento judaico, invalidado por la venida de Cristo, debería
estar en vigor hoy en día, pues parece ser un legalismo?
La segunda pregunta,
(dando por hecho que el diezmo es algo saludable) es: ¿debe ser un diez por
ciento del ingreso neto o global? (Neto se entiende como el ingreso después de
pagar los impuestos correspondientes).
En respuesta a la primera
pregunta, el diezmo, como una base correcta para dar al Señor, no está
restringido al período del Antiguo Pacto judaico y las leyes ceremoniales. Es
un grave error identificar el diezmo con la ley dada a Moisés exclusivamente.
En Hebreos 7 leemos
acerca de Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, quien bendijo
a Abraham cuando regresó de la derrota de los reyes, "a quien asimismo dio
Abraham los diezmos de todo." (hebreos 7: 2).
Este grande y misterioso
rey de Salem, fue reconocido por Abraham como el representante del Señor, y el
diezmo fue la respuesta correcta a la bendición recibida de él. Debemos dar por
hecho que el Señor reveló esto a Abraham.
El pasaje en Hebreos
destaca el hecho que Melquisedec representa un sacerdocio más alto que el de
Aarón, a saber, el sacerdocio de Cristo Jesús. Pero, para nuestro estudio ahora,
simplemente hacemos la observación de
que Abraham, muchos siglos antes de que la ley ceremonial fuese dada, está
consciente de que el diezmo era una base correcta para su ofrenda.
Además, este conocimiento
fue comunicado posteriormente a la familia, porque cuando Dios se encontró con
Jacob en Bet-el y lo bendijo con muchas promesas, Jacob de inmediato se
comprometió a dar un diezmo de todo lo que recibiera. (Génesis 28: 22).
Por lo tanto, el diezmar
existió previo al pacto mosaico y no debería ser considerado como perteneciente
exclusivamente a la ley ceremonial, la cual fue abolida por Cristo. No tiene el
mismo carácter que la circuncisión (la cual fue también previa a Moisés),
porque la circuncisión ha sido claramente anulada por el Nuevo Testamento.
Un punto importante de
recordar acerca de la mayordomía neotestamentaria es que, puede exceder grandemente
el porcentaje del diezmo (como por ejemplo el caso de las dos blancas de la
viuda), y, por lo tanto, ninguna forma fija de dar está vigente ahora. Hoy es
un asunto del corazón y de la generosidad máxima, según como el Señor nos haya
prosperado. No obstante, el diezmo todavía permanece como una guía de lo que
constituye una porción mínima y razonable.
Vale la pena notar que,
en los tiempos del Antiguo Testamento, cuando una multitud mixta de judíos fue
obligada a diezmar, en realidad fueron obligados a dar mucho más que el diezmo.
Un estudio cuidadoso de los pasajes que mencionan el diezmo demuestra que los
judíos dieron dos o hasta tres diezmos distintos, sin contar los costos
adicionales de los sacrificios personales sobre el altar.
El costo real de la mayordomía
veterotestamentaria, ha sido calculado como una quinta parte de su hacienda
(veinte por ciento). Además, cuando recordamos que la gran mayoría de los
judíos realmente no experimentaron la gracia de Dios en sus corazones,
seguramente sentiremos que nuestra ofrenda no debería ser menos que la de
ellos. Visto de esta manera, un diezmo del ingreso global parecería ser una
porción baja para la mayordomía de aquellos que disfrutan la luz gloriosa del
Evangelio y poseen una esperanza firme del cielo.
No debe sorprendernos
encontrar que los primeros convertidos a Cristo, al ser librados de la ley,
rindieron sus bienes liberal y gratuitamente al Señor. Porque "Todos lo
que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y
lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su
necesidad." (Hechos 4: 34-35). (Fue también en aquel entonces que el Señor
dio una advertencia solemne a las iglesias acerca de la gravedad de la
hipocresía en la mayordomía, una advertencia en el juicio que cayó sobre
Ananías y Safira, cuando conspiraron para defraudar a los apóstoles).
Seguramente el diezmo del
Antiguo Testamento nos revela una porción básica como nuestra responsabilidad.
También nos muestra que el diezmo es el diez por ciento de "todo," y
no solamente del así llamado "ingreso disponible." Abraham dio un
diezmo de todo, y Jacob dijo al Señor: "De todo lo que me dieres, el
diezmo apartaré para Ti."
A veces se escucha la
queja de que ninguno de los patriarcas ni sus sucesores tuvieron que pagar
impuestos al gobierno secular. Pero ellos incurrieron en costos directos por
cosas que nosotros pagamos a través de impuestos, por ejemplo, la provisión
para todo el bienestar social.
12.
El Deber de los Oficiales de la Iglesia
A un nivel práctico, del
ejemplo apostólico se deduce claramente que el Señor requiere que se rindan
cuentas por el dinero ofrendado. Se nos ordena imitar el ejemplo de Pablo,
quien se esforzó para asegurar que las iglesias que ofrendaron para las necesidades
de Jerusalén escogieran mensajeros de confianza para viajar con él y supervisar
la distribución de los fondos.
Pablo explica con
claridad el motivo de estas medidas: "Evitando que nadie nos censure en
cuanto a esta ofrenda abundante que administramos, procurando hacer las cosas
honradamente, no sólo delante del Señor, sino también delante de los
hombres." (Vea 2 Corintios 8: 18-23). Los siervos del Señor deben procurar
estar muy por encima de toda sospecha o calumnia.
En los últimos años hemos
visto en los Estados Unidos los escándalos de ciertos tele-evangelistas que
fueron convictos por fraude y por desvío de fondos. Este desvío a gran escala
de los donativos, para su uso personal, fue posible porque los empleados responsables del cuidado de
estos fondos, actuaron bajo sus órdenes.
Al pueblo de Cristo se le
ordena seguir procedimientos para el manejo del dinero, que están por encima de
todo reproche. Salirnos de estas normas no es solamente falta de sabiduría,
sino además una desobediencia espiritual.
La promesa de Dios de que
quienes siembran generosamente, segarán generosamente (2 Corintios 9: 6), lleva
implícita una advertencia para los líderes de la iglesia. ¿Hasta cuál punto son
las ofrendas del pueblo de Dios administradas, tomando en cuenta la promesa del
Señor que "segarán una bendición"?
¿Qué hará Cristo con
aquellos líderes de la iglesia que malgastan los fondos en una forma insensata?
¿Son los pastores sensatos y están exentos de extravagancias en la forma en que
gastan los fondos para mantener las instalaciones del templo? No debemos
olvidar nunca que el Señor ha prometido que los dadores recibirán una cosecha
de bendiciones a través de sus ofrendas.
13.
La Respuesta de un Corazón Redimido
Vivimos en tiempos en los
que el ateísmo abunda y mucha gente tiene su mente lavada por las fuerzas de la
inmoralidad, llamando mal al bien y bien al mal. Nunca desde los tiempos anteriores
a la Reforma, la luz del Evangelio ha estado tan cerca de ser extinguida en el
continente europeo.
Estamos siendo testigos
también de la erosión de los remanentes del cristianismo bíblico en países como
Estados Unidos. En América Latina, el catolicismo mantiene el dominio y la gran
mayoría de los evangélicos han sido leudados por las doctrinas pentecosteses,
el arminianismo y los métodos de la creencia fácil. ¿Es este el tiempo para que
aquéllos que aman la verdad, busquen enriquecerse en la tierra o sucumbir ante
la autoindulgencia y las comodidades terrenales?
¡Que Dios conmueva
nuestros corazones para que nos rindamos a Él en servicio y mayordomía! Hay
tanto trabajo por hacer: predicadores que necesitan sostén, misioneros que es
necesario enviar, iglesias que necesitan ser fortalecidas, ministros que
requieren capacitación, la
impresión de literatura y libros, y muchas otras tareas por hacer en estos
últimos días de oportunidad evangelística.
Seguramente nuestro gozo
más elevado es el de asestar fuertes golpes contra el príncipe de la potestad del
aire, y buscar triunfos para el Evangelio y para la gloria de Cristo.
Hemos visto que la
Palabra de Dios nos dice que todo lo que poseemos le pertenece al Señor. Él nos
prospera específicamente para la obra del Reino. Por lo tanto, debemos estar
atentos constantemente a las necesidades de la Iglesia.
La mayordomía es nuestro llamamiento,
y la esencia de la adoración verdadera. Ser un dador generoso es una marca
crucial del carácter cristiano y de la santificación. Consiste en darnos a
nosotros mismos al Señor. El Señor hará fructificar el objetivo deseado de cada
'dador’ sincero y honrará toda nuestra abnegación. Él será nuestra seguridad,
nuestro escudo y nuestro gran galardón, mientras obedezcamos Sus palabras:
"De gracia recibisteis, dad de gracia." (Mateo 10: 8).
Por: Peter Masters
Pastor
del Tabernáculo Metropolitano
Newington,
Londres