"Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y
todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la
venida de nuestro Señor Jesucristo."
(1 Tesalonicenses 5:23)
¿Qué es la santificación que Dios produce en el cristiano?
Jesús tenía mucho que decir acerca de la santificación en
Juan 17. En el verso 16, el Señor dice, “No son del mundo, como tampoco yo soy
del mundo.” Y esto está antes de Su petición: “Santifícalos en tu verdad; tu
palabra es verdad.” La santificación es un estado de separación para Dios.
Todos los creyentes entran en este estado cuando son nacidos de Dios: “Mas por
Él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios
sabiduría, justificación, santificación y redención.” (1 Corintios 1:30). Esta
es una separación definitiva, eternamente apartados para Dios. Es una parte
intrínseca de nuestra salvación, nuestra conexión con Cristo (Hebreos 10:10)
La santificación también se refiere a la experiencia
práctica de esta separación en Dios, siendo el resultado de la obediencia a la
Palabra de Dios en la vida de uno, y ha de ser buscada fervientemente por el
creyente (1 Pedro 1:15 y Hebreos 12:14). Así como el Señor oró en Juan 17, la
santificación comprende la separación de los creyentes para el propósito por el
cual fueron enviados al mundo: “Como tú me enviaste al mundo, así yo los he
enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también
ellos sean santificados en la verdad.” (v. 18,19). Que Él mismo haya sido
apartado para el propósito por el cual fue enviado, es tanto la base como la
condición de nuestra separación por la cual somos enviados (Juan 10:36). Su
santificación es el modelo y el poder para el nuestro. El que envío y la
santificación son inseparables. Por esta causa los creyentes son llamados
santos, hagios en el griego: “los santificados.” Mientras que anteriormente su
comportamiento daba testimonio de su posición en el mundo, separados de Dios,
ahora su comportamiento debe dar testimonio de su posición ante Dios y su
separación del mundo.
Hay un sentido más que comprende la palabra “santificación”
en la Escritura. Pablo ora en 1 Tesalonicenses 5:23, “Y el mismo Dios de paz os
santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea
guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” Pablo
también escribe en Colosenses 1:5, “la esperanza que os está guardada en los
cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio.”
Posteriormente habla del mismo Cristo como “la esperanza de gloria” (Colosenses
1:27) y luego menciona el hecho de esa esperanza cuando dice, “Cuando Cristo,
vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con
Él en gloria.” (Colosenses 3:4). Este estado glorificado será nuestra
separación última del pecado, la satisfacción plena en todo aspecto. “Amados,
ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero
sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos
tal como Él es.” (I Juan 3:2)
En resumen, la santificación es sinónimo de santidad, la
palabra griega para ambos significa “una separación.” Primero, una separación
posicional definitiva en Cristo al momento de nuestra salvación. Segundo, una
santidad práctica progresiva en la vida de un creyente mientras aguarda el
regreso de Cristo. Y finalmente, una separación eterna del pecado cuando
lleguemos al cielo.
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